Si uno pudiera ver el futuro desde el inicio mucho nos ahorraría el camino para llegar al destino deseado.

Cursaba el 5 año de secundaria y como ya lo he explicado antes siempre sentí la indiferencia de los compañeros en el salón de clases.

Esa mañana el sol primaveral y su brillo ingresaban a través del cristal de las ventanas; este brillo adornaba y daba confort al frío e inquieto salón.

Algunos compañeros escribían sobre la pizarra y otros conversaban. De pronto uno anuncia que llegaba la profesora.

Todo se borraba rápido y todos corrían a sus asientos. 

Entraba ella con pisadas firmes haciendo ruido con sus zapatos. Era de carácter fuerte y trataba con rudeza a los estudiantes. 

Mi colegio era de varones y ella trataba a los alumnos como a sus hijos y lo digo porque las madres son fuertes y exigentes con todos sus hijos.

Era ella de mirada desafiante y ningún alumno podía propasarse porque ella estaba más adelantada y siempre atinaba en todo. Tenía ojos grandes y verdes, tez clara y cabello castaño claro.

Muchos terminaban con el cabello despeinado luego que ella les hubiera dado un buen jalón. La risa en el salón clase demostraba que todos celebraban estas situaciones. 

Cuando los cuadernos eran llevados a su meza y no estabas al día o estaban mal los dibujos o trabajos, los cuadernos volaban literalmente, porque con la fuerza de sus brazos eran lanzados por doquier. Ver esos cuadernos en el aire como palomas revoloteando era motivo de risa general.  

Descubrí que mi padre conocía a la profesora ya que él también era un profesor y en su juventud y época de estudiante compartieron aulas juntos.

La situación económica de los profesores era complicada y el poco sueldo que recibían no alcanzaba para la canasta familiar. 

Un día de clases la profesora llegó más molesta que otras veces, muchos terminaron con el cabello jaloneado por no responder correctamente. Los cuadernos como siempre terminaron volando por el salón de clases.

Ella pidió el dinero (5 soles) que ya se había comunicado con anticipación para unas separatas. Ella pasaba banca por banca pidiendo y todos debían tener esa cantidad.

Yo sí tenía los cinco soles y cuando llegó, me dijo: 

¿El dinero?

Saqué las monedas y se las entregué 

Entonces me hizo una pregunta diferente:

¿Cómo está tu mamá?

Le dije que estaba bien

El semblante de ella había cambiado, era tan amable y su mirada compasiva 

¿El dinero alcanza en casa? Preguntó 

Poco, le dije..

¿Tus hermanos tienen sus útiles escolares?

No profesora, le dije…

Ella cogió las monedas que le había dado y me las devolvió y me dijo:

No te preocupes, llévalas a tu mamá y no tienes que dar nada…

Su mirada mezclaba misericordia y tolerancia.  Entendí que ella sabia la situación económica de mi familia.  

En ese instante conocí su verdadero carácter; me hizo verla desde otra perspectiva, del lado humano, además como madre y esposa.

Cuando estuve en casa relaté a mi madre esto que me dijo la profesora. Ella sonrió y le entregué el dinero.

Una mañana de clases entró la profesora de comunicaciones para darme una invitación de ir a su oficina. Al escuchar este mandato me entró el temor por saber a qué se debía.

El murmullo en el salón de clases era:

Huyyyyyy, Huyyyyyy……. 

Salí del salón con esa angustia porque pensaba qué algo malo pasaría.

Al llegar a la oficina de la maestra noté el ambiente con buenos aires. Me pidió que me sentara.

Luego de unos minutos, mientras ordenaba unos papeles me dijo que yo había sido seleccionado para un proyecto en el centro educativo que consistía en la creación de un centro de información en la hora del recreo donde se leería noticias, asuntos de interés del colegio y sobre muchas cosas más.

En realidad no quería pero dije que si.

Empezamos a hacerlo junto a otro compañero de otro aula y nos turnábamos para hablar algunos comunicados y así nos conocimos más y mejoramos nuestro trabajo día a día.

Resultó ser especial ya que me dio mucho ánimo para elevar ese problemita de la autoestima. 

No sé como así se les ocurrió a la dirección del colegio darme esta asignación. 

Esto me ayudó a determinar mucho en mi futuro y en especial a lo que me dedicaría en un futuro cercano.

Cuando terminé el colegio me dediqué el año siguiente a trabajar. Pero eso merece su propia publicación. Ya que a los 17 años me pasaron cosas buenas y nuevas en el trabajo de Don Alfonso. 

Luego de haber trabajado un año, viajé a Lima y me dediqué a estudiar Locución y comunicación radial y televisiva, una carrera apasionante cuyo interés se despertó en mi etapa escolar. 

Cuando terminé de estudiar locución luego de unos años volví a mi ciudad y conseguí trabajo en una emisora radial.

Una amiga que estudió conmigo me dió ánimos para trabajar en la radio donde ella trabajaba. 

Ella habló con el gerente y me invitaron ir a la emisora que se encontraba en el sexto piso de un edificio de la ciudad. 

Me indicaron que debía leer una publicidad al aire y así lo hice…. No bien había terminado de leerlo, cuando el gerente entró a la cabina y dijo: ¡Comienzas hoy!, Mi amiga y yo sonreímos 

Mi programa duraba 4 horas. Comenzaba a las nueve de la noche y terminaba a la una de la mañana. Puse por nombre a mi programa CONEXIONES y programaba canciones pop, rock y baladas. Fueron momentos buenos poniendo en práctica lo aprendido.

Dialogar con la gente por medio de las llamadas telefónicas y lograr transmitir emociones por medio de la música fue una sensación que superaba lo vivido en el colegio años atrás.

Una noche estando en mi programa me entró curiosidad por saber cual era la programación de la emisora de enfrente. Ya que la otra radio (la competencia) se encontraba precisamente frente de la nuestra.

Escuché la música de ellos en una pequeña radio que había en la cabina y me di cuenta que esa música que estaban poniendo estaba buena (me gustaba) entonces empecé a transmitir música similar. 

Yo conocía al locutor y programador de esa emisora de modo que no veía algún problema en estar a tono, aunque ellos no supieran que yo les escuchaba, pero de tanto escucharles se me quedó grabado el número telefónico de ellos y cada 15 minutos yo debía colocar unas cuñas y cada media hora debía leer algunos anuncios y dar el número de nuestra radio. 

Todo iba bien hasta por error anuncié el número de ellos. 

Miguel, el gerente de la radio vivía al costado de la emisora en uno de los departamentos del edificio y me estaba escuchando, entonces entró rápidamente y me dijo:

¡Roberto, te he escuchado! 

Si Miguel, disculpa.

Al día siguiente no había esa pequeña radio en la cabina.

Me di cuenta que estaba dejándome influenciar sin seguir nuestra propia linea. 

Al terminar el programa cerraba la programación, apagaba las luces, cerraba la puerta y bajaba a recepción del edificio y recogía mi bicicleta.

Camino a casa y al pasar por las calles solitarias constantemente pensaba en mi futuro, si toda la vida trabajaré en radio o quizás debería estudiar otra cosa. Pero la música y la radio fueron motores de ánimos en esa etapa de mi vida y agradezco que todo se haya iniciado en mi etapa escolar.